Sinceridad.

Ella mira con discreción, de reojo como vaporizada, aquellas páginas prohibidas por las mujeres convencionales.
Ahora, que tengo la posibilidad de visualizar su rostro no la entiendo. Se queja de no sentir nada cuando debería y en el instante en que sus deseos la sobrepasan está sola.
Está bien, lo admite; estas sensaciones le gustan, la atraen deliciosamente, cubriéndola de éxtasis, momentáneo pero placentero. Necesita a su hombre o en defecto a su mujer.
De a poco comprende que hoy no habrá nada de eso, que tendrá que conformarse con mirar, cerrar los ojos, sentir y si eso no funciona simplemente imaginar o recordar. Es que su mente se retuerce; sentimientos aperados que necesitan desfogarse con simpleza y disimulo.
Toma el jabón, se lava las manos, se permitirá un poco de sueño y algunas líneas subrayadas. Las niñas bien no hacen esas cosas. Ella no lo es.
Recuesta la cabeza contra la almohada, la noche es joven pero no hay cuerpo que lo soporte. Una luz encendida muestra aquel historial recién utilizado, uno marcado por la sensualidad de fotos y vídeos. Su sola existencia no la deja tranquila.
Eliminar? sí. Da igual, se sabe las direcciones de memoria o los nombres al menos.
Apagar? no, porque podría necesitar un poco más.
Llamar? no puedo, no tiene dinero.

Está bien, solo algo más. Bien, bien, sí, bien. De acuerdo, es suficiente.
Quién escribió eso? Es preciosa, niña, digna de enamorarse.

La cafetera termina su proceso, dos de azúcar, para comer no hay nada. Sus manos ahora huelen a granos recién pasados, sus ojos se distraen, su cuerpo está más tranquilo, su idiotez se fue de viaje, las ganas se desvanecieron.

A su mujer le parecería normal, a su hombre lo tomaría por sorpresa.

Qué extraño, estos tipos si que hablan con sinceridad, no todos los días la bolsa cierra a la alza.
Estas noticias on line, parecen prometedoras.