Me gustó la noche.

La dulce caricia, tan suave como un movimiento fúnebre.
Esa sensación delirante que envuelve al pudor.
El no detener los impulsos, que nada los interrumpa.
Inocencia revestida de lujuria, disimulada, infinita.

Un beso desesperado jugando a ilusionarnos.
La tierna mirada perdida como un espejismo desértico.
Tan inconforme la luna que provoca nuestra marea.

Y es que al final no importa cuanto cueste. Tu cuerpo místico se llena del sudor, esa venganza primitiva marcada por la supremacía: hombre o mujer?
Los cabellos hacen el papel de riendas, cabezas hacía atrás.
Saborear con desdén un poco del veneno que emana el juego enmascarado de este supuesto amor. 
Encender brasas de la hoguera que algunos ya creen muerta y empezamos a convencernos de que es verdad...

Muerde los rincones de mi cuerpo aún consiente, remite tus impulsos a mi fuerte de lógica y derribalo.
Matame a gritos; está noche no merezco vivir; hazlo porque estoy segura de que de no hacerlo mañana te podrías arrepentir.


No peco de santa, peco de ilusa. Tu eres el prócer de mi batalla abierta contra el desfogue de las pasiones. Sabes lo que tienes que hacer?

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