Pasamanos de madera.

Es como los puentes muertos recorridos en mi infancia, aquellos donde mis pies perdían la noción del tiempo y se mezclaban entre la tonalidad de la madera algo humedecida por la brisa del río, el viento matutino y el vapor humano.
Era nuestra historia feliz, yo te amaba, podría haberte visto en mi espejo miles de veces, admirado e incluso tocado. Ahora que eres? Nada, solo un conjunto vacío de sentimiento positivo, con grasa acumulada.
Vuelves a mi como el huracán más perverso, me acorralas, atas mi manos y abres mi boca. Sé que me detestas, me haces odiarte más por tu propio mérito. 
Nunca pregunté el porqué, para qué si siempre recibo la misma respuesta; ser traicionero y amorfo sin velocidad de avance, como las gacelas o un jaguar cualquiera.
Matas mi vientre, me vuelves destructiva: mismo ente lleno de odio, rencor y envidia. Sacas lo peor de mis alas, me sometes...siendo lo peor que me dejo someter.
Como hojas secas, crujes dentro mio al ser pisado; llenas mis pulmones de viento tóxico y vanidad muerta. Es que no me ha quedado mucho excepto el don de fingir, ese que tanto amo y me convierte en tu esclava de la noche a la mañana.
Anacronía misma de tiempo que prevalece sobre mis venas gastadas, sobre mis uñas quebradas y mi cuerpo engrasado y ancho. Te perdí y ahora me aferro a las migas que dejaste bajo mi mesa.
Fotos que cuelgan de las paredes, para restregarme en la cara que me asemejo a su doble literalmente... Vía destructiva de mi literatura roja. 
Cintas y olores. Dedos y deseos.
Ser nada como ser todo, experimentar con el vacío aquello que llaman amor. 

Siempre llegas de su mano, me engatusas, me haces creer que te necesito para torturarme no entregándome aquello que necesito...

Lo peor es que te creo.

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