La Cuidad

Dependiendo del clima, la rutina solía ser la misma, el mismo café a la misma hora, el mismo cigarrillo bien temprano, la misma rutina para vestirse y salir.
Hemos visto tantas veces amenecer, esta cuidad siempre parece mutar, ser otra con el paso de los segundos, con la salida del sol o con el caer de la lluvia.
Aprendí de ti todas mis manías, eso de hacer la cama antes de dormir, lo de bañarme y la crema para el cuerpo despúés, o peor aún esos modos tan infantilmente sarcasticos de responder a todo lo que me parece absurdo.
Cuatro cuadras a la derecha, un par de horas de aquí para allá, llegar hacer lo mismo de siempre y después unas cuantas miles de horas hablando siempre de cosas distintas, esas ganas de debatir y ser contraria al resto me motivan y estimulan mi felicidad.
Una parada por tu casa antes de arribar a la mía, el calor de un hogar que no me pertece y...

Recuerdo inmediato del pasado, de la confusión que producen los cambios, el tono campante de las canciones que me haces escuchar, remontando en el aire como un volantín, me hago efímera y volatil. Soy de nuevo una niña, recobro la inocencia, me siento capaz de tomar la venganza por las astas, me maravillo antes lo claro de tus sueños y me hundo rápida y solidamente en todos tus anhelos. Soy por lo que me dejas ser, la niña más feliz del mundo, 
Sabes, creo que el talento también se disuelve, que lo gané contigo en dolor y nobleza, que lo pierdo en mediocridad y paciencia, en lo que parece que dejé de ser, necesito el elixir de la existencia pesada, como el dolor a gota poca, o como la risa distante cada vez más lejana.

Dependiendo del clima o del ánimo, el camino de regreso es fácil o lleno de sobresaltos, al pasar por la misma casa se enciende el cigarrillo, al pasar por aquel negocio se apaga, un par de canciones que ocupan el tiempo exacto, calculado como los pasos que se dan, cronometrados, a menos que ...

La piel suele disolverse en el agua que corre, más caliente que tibia cada cuanto, la esperanza de las canciones que nunca llegaron, o de esos besos que se funden en el remolino de la inconciencia, cierro los ojos como esperando una nueva epifanía, nada sucede. Voy creciendo, la infancia se llena de pesadillas, los amores adolescentes aparecen, la masa corporal de esfuma y a cada rayo de sol lo único que sabemos hacer bien es: fotosíntesis.

Son muy pocas las cosas que varian las rutinas, los hábitos, la manías o malas costumbres, le conocí tantas y a la vez parecen inexistentes, aquí deja de existir lo físico, me sobrecojo en la comodidad de un sillón, en el silencio de una casa vacía o de un reloj que apenas marca los segundos, me compenetro con la solemnidad de la limpieza y me mimetizo con los muebles perfectamente colocados, evito la respiración apurada. Este el sepulcro de las personas como yo, santo calvario, monte Sinaí. Aquí no existe el tercer día, aunque...

El sueño avanza sin que sepa cuantos años tengo ahora, o cuantas veces me ilusiono con lo que tengo delante, me convierto y me usan de ofrenda, debería empezarme a preguntar porque mi cerebro genera tantos momentos oníricos, temo, extraño, mato, salvo, disparo, amo, olvido, necesito, lloro, me elevo, el golpe, la caída. Realidad, tan dura como el pavimento donde siempre quise caer, aquí nos vemos por fin, para soñar en tu regazo, para sentir la lluvia tan impetuosa que le temo, estás aquí para salvarme, tú y tus camisas, tú y esos pantalones, yo y mis miseras, tú y tu humildad. Tan eterno que no creo que seas humano, pero sé que me esperarás porque esta noche no quiero seguir soñando, espérame que la vida real me está esperando.




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