Y empieza la tónica del gran hermano.

Como si las cámaras penetraran en las conciencias humanas, leyeran las mentes o manipularan los sentimientos.
A eso le llamo reencuentro con el pasado tortuosamente acogedor: ver su rostro, cada centímetro de su cuerpo intacto, como si los años amoldaran sin dañar.
Levantan el deseo, despiertan esas ganas anormales que se empeñan en torturar, de modo que el revuelto de emociones descontrola las hormonas. Fuerza femenina que predomina.
Supone que está equivocada, que es fruto del momento, de la emoción o de cualquier otra cosa similar. No se detiene; la mira, la toca en sueños; la piensa, la anhela, la siente lejos y cerca. Ella es su musa, esa que estaba buscando, la de la belleza exótica, la no perfecta, su más bajo instinto carnal, ese retorcijo de pecados capitales echo mujer.
Cuerpo curvilíneo tal como lo recordaba, detalles en su rostro, palabras, formas de moverse, esa cicatriz en el hombro, cada lunar. Su anatomía inspirada en las peras más dulces, caderas anchas que harían vibrar a cualquiera,  montañas que no inspiran altura,  grasa absorbida por un viento imaginario que la hacen tan poco paradisiaca que le parece irreal; labios que no parecen existir, uñas de gata en pleno celo,  rojas, eróticas, dignas del mejor sueño húmedo.
Ellas frente a frente, copa tras copa; dosis incorrecta de nicotina y algo de tabaco. Conversaciones que se tiñen de anécdotas cómicas y nerviosas. Razones que parecen carecer de razón ante lo que realmente se pretende. No es que las llamas ardan, es que los cuerpos necesitan.
Los telespectadores se encandilan con la escena llena de ese encantamiento amorfo, casi instantáneo, nunca soez pero perturbador. El rating marca su pick.
Los televisores se encienden, millones de humanos, una nación entera se estremece ante el tierno cuadro de erotismo y sensualidad. No lo pueden creer. 
Rincones de una habitación cubiertos por cámaras, son testigos de la lluvia de insinuaciones, manifestaciones del mejor de los festines del placer. Espacios colmados por perfume femenino, ese que se elabora con los poros, con el pasar de los minutos, en la fábrica de las hormonas.
Conjugaciones en inglés que no calzan con lo que se intenta decir, algún francés inventado, coloquialismo s autóctonos. Falsas esperanzas.
Los humanos no han dejado de imaginar que se siente, como es que se puede hacer esto o lo otro con cuerpos de seres de la misma especie.  Como parte  de una  alucinación;  se sienten extasiados, absortos, inmutados, deseosos de ser los protagonistas. Quizá ya tendrán la ocasión.
Sus manos sudan, tal y como lo recuerda. Cada espacio de la casa está intacto; paredes verdes, la misma decoración, las cartas en el mismo lugar,  el reloj aún da la hora, la leche de magnesia aún convive dentro del refrigerador.
Sus facciones son las misma, los movimientos también. Ambas han mejorado, ahora hacen las cosas mejor.
Lágrimas, al final. Un abrazo, un pucho, un trago más, una exclamación. Preguntas que no son incómodas. Tienen que comprobar si acaso la experiencia ha hecho su trabajo. No hay miradas de rechazo, solo muestras de esa inocencia aparente, de esa cara mostrada al mundo que cae hoy después de años de ausencia. Como el marido que vuelve a casa a reclamar a la mujer que  le pertenece, como un soldado que añora el sudor de su hembra ese que supera al sol del desierto.
Las pampas tendrán accidentes geográficos pero seguirán siendo pampas. Eso le gusta.
Pequeños reflejos de amistad conservada, de sábanas húmedas, de delirio oculto. Lo que creían muerto no tenía porque estarlo.
Se acerca el final de las transmisiones, él la tiene como pertenencia y llegará en cualquier momento. Que espere un poco, ahora no, por favor.
El gran hermano anuncia que por hoy la señal ha dado lo mejor de sí. Tendrán que despedirse, hacer sus vidas, amar a sus hombres, trabajar para sus patrones, besar otros labios.
El taxi deja a la morena primero, a la  preciosa después. La tarifa parece justa, ambas acuerdan de inmediato
.
- Tendré que llamarlo, decirle que estoy bien, hacer acto de presencia
Me llamarás?
- Tendré, porque es necesario, verte antes de partir.
Nunca más por muchos años cierto?
- Te lo prometo.

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