Agua tibia.

Describo como cualidad cualquier indicio de amargura en su mirar, en el tono de su voz o en cualquier gesto que su boca emita como sonrisa.
No será porque el despecho nos invada, pero definitivamente su rostro no es el mismo.
Las arterias ahora congestionadas, no muestran salud, solo negrura y desatino. Sus parpados cansados parece ennegrecer con el pasar de los años. Espacios de su anatomía que ahora están fuera de servicio, algo así como calles cerradas.
El humo sube y sube. Los gritos no cesan.
Este es otro mundo, con bestias disfrazadas de transeúntes, vendedores que rematan objetos a vista y paciencia del sol, del aire y del oxígeno. Tan vital para sus vidas como la paciencia en la mía.
Camina de forma atolondrada, como sin saber que escoger, avanzar o estancarse...
No es una duda, es una certeza que tiene matices no compatibles con la esencia. Pena en el alma.
Pero los cambios son transformaciones al fin y al cabo, ni para bien, ni para mal. Nunca porque sí, siempre con una razón escudera por detrás. De buenas a primeras la gente muta, en seres que buscan lugares donde llenar su necesidad de imágenes nuevas, de rincones para contaminar, de espacios para invadir.
Los virus han llegado, el inicio del Apocalipsis capitalista . El llamado progreso he enfermado mis recuerdos, ha matado las ilusiones, mato mis árboles, y cambió mis calles.
El sentimiento se desfoga de manera errónea , inclina ese toque de rabia hacía los responsables equivocados.
No me gusta esto, sin embargo algo me devuelve la risa.
Algo se siembra en las sombras de la esquina: un arbusto que como fruto da billetes ( mi versión moderna de la gallina de los huevos de oro), uno que se abonó con concreto y vidrios tallados.
Oh mi amada Coca Cola, hoy me niego a probar tu sabor a modo de protesta. Yo te permití muchas partes del mundo, te regalé a los indios pero al parecer no te fue suficiente. Siempre quieres más, verdad?
Gracias, sencillamente gracias por tocar lo que consideraba inmaculado, por rayar mis paredes, por matar a mis perros, por ocupar mis espacios, por darles un nuevo espacio de supuesta diversión, por hacerles creer que son parte de la globalización.
Y yo que aprendí en tus aulas magnas, nací de tu ocupación pacífica; hasta conviví de manera responsable.
Perdónalos señor porque no saben lo que invaden.
Gracias por hacerme describir como cualidad cualquier indicio de amargura en su mirar, en el tono de su voz o en cualquier gesto que su boca emita como sonrisa.

Te regalé Moscu, te daría La Habada o Caracas... pero tu buscas el espacio más inverosímil.
Elegiste Trujillo, verdad Capitalismo. Con la ayuda de tu amiga inversión extranjera.
Te odio porque aún así, aquí el frapuccino mocca es más barato.

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