Es el efecto mariposa más extraño que he visto como en una serie de eventos afortunados hoy me preparo para una cita imaginaría. Me he vestido y perfumado, arreglé mi casa y el café caliente nos espera en la cocina. Quizás en esas mañanas frías podríamos tomarlo de pie mirándonos de frente, esa es mi mayor ambición.
Te pido por favor que no salgas de la cama, tu cuerpo caliente deja su estela y te creo cuando decís que volverás nadie apostaría a que decís la verdad. No tengo necesidad en seguir tus pasos porque quiero fingir que los conozco todos, que sé con certeza que estás al norte y que no tengo la brújula exacta porque aún no se ubicarme aquí. Dónde no pertenezco en medio de las sábanas blancas.
Vuelvo a dormir, esta noche me disuelvo entre las mías, porque si me decís que es eterna yo te creo. Me preguntas porque las lágrimas, por qué dejé de brillar si he sido capaz de dar luz a un mundo nuevo donde por fin puedo empezar a vivir y como ya te dije no tengo certeza pero yo te creo.
Me imagino en el páramo, entre la estepa solitaria del futuro o en la salvaje jungla de la ciudad que nos enfría, la que tiene la avenida absurdamente más ancha, en ese futuro habitamos entre dos posibilidades: todo o nada. De un segundo al otro mi piel logra erizarse si tu mano se acerca, no sé para qué me tengo que preparar pero estaré vestida para rezarle al dios de tu culto o a para morir en el ancho de tu almohada.
Soy devota de tu aparición divina, como el deseo que pedí cuando sople las velas en mi último cumpleaños casi un milagro por el cual tengo que peregrinar. Aún así creo que merece la pena alimentarme con el único don que tu sagrada existencia me puede proveer y como aquel profeta que caminó errante durante cuarenta días y cuarenta noches lidiando con todo tipo de tentaciones creo que podrías llegar a la tierra prometida entre mi cintura y mis labios. Quizás es que ambiciono demasiado.
Así despertamos del sueño, nos decimos buenos días empezando la rutina, hay días que son más largos pero nuestro deseo se hace más intenso, en la medida de lo posible intento medirme, creo que no puedo, el caudal me abruma y el calor es un infierno. Decís que puedo aguantar pero nuestro profundo deseo real es la muerte dónde ya no queda aire dónde la risa se convierte en desesperación y dónde nuestro epitafio ya está escrito: una declaración de pertenencia (cómo símbolo de paz en tiempo hostil).
Al fin logro mirarte los dientes, con el espíritu dormido esperando a que llegues de tan lejos, que me poseas sin hacer nada, sin hablar anuncias que vas a desnudarme, te llevo contra la pared, morderé tu cuerpo, atraparé tu lengua no necesariamente con suavidad. Yo te acaricio sin tocar nada... por que lo que realmente quiero comerme es tu corazón.
Solo decís preciosa...Sabes de lo que estoy hablando, no puedo olvidar ese sonido, ese golpeteo como un aplauso, como si tuviéramos público disfrutándonos completamente. Es una de las cosas más hermosas que he presenciado en mi vida, eres todo lo que alguna vez desee.
-Que buen momento para reencontrarnos.
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