Escritos innecesarios

 Sí te escribo. 

Que extraño que me parece desempolvar viejas palabras ahora que no estás y no puedo dormir. 

Sigo siendo la bomba a punto de estallar, esa que nadie quiere tener entre las manos y así tantas veces he ido pasando de regazo en regazo hasta que en un campo aislado algún día me den la libertad de estallar. (probablemente no suceda, tengo fecha de caducidad).

Pero, ahí estaba tu mirada, tan particular y la forma sutil de evitar mis aspavientos por llamar tu atención. Quién no insiste no gana dicen, Tengo mis dudas. Aún así te agradezco por devolverme el ardor de la existencia que sólo da el deseo, esa que dan los besos y la suavidad de tus labios. 

No habrá otra espalda, la almohada sudada...

Y ahí estaba, cerrando los ojos en medio de una tarde calculando los segundos para que el nirvana no tenga fin. No importaba si la tierra ardía, si el futuro era incierto, si el mundo conocido terminaba o si en mi propia existencia comenzaba la guerra. 

Al olor de tu sangre, al sabor de tu cuello, al calor de voz. Moriría mañana, moriría en el fondo del éxtasis...

Abrazaré el recuerdo para cuando detone mi cordura en el calor de mi cama y el desvarío de mi mente me lleve volando hasta la noche oscura donde fuimos, don fui, donde fuiste. Mientras cual felino sentía hasta las líneas de tus huellas, eran tus dedos los que tocaban mi alma.

Así que bajo la lluvia le pedí misericordia a las nubes, con las gotas en la cara y un cigarrillo agonizante sonó la campana. Se terminó la clase no tengo más que aprender.

Y te aprieto en mi pecho con toda mi alma. Moriría mañana, moriría pegado, completamente drogado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario