Hard place

 Incipientemente crece una marca sobre su piel, la mira de reojo.

Ahora es en una pierna, esa mancha no estaba ahí antes. Parece grave, una quemadura quizás. 

Siente que pierde la cordura, aparece una tercera, en plena mejilla izquierda, intenta moverla, sacarla, cubrirla, se mira en un espejo, en otro y nada.

Al poco tiempo es el color de su piel, no es ni tan blanca ni tan lozana como la recuerda. Vestigios de otros tiempo van quedando grabados, se marchita.

Ahora es la selva de su pelo quien le quita el sueño. ¿Desde cuándo soy esto? No hay respuesta, o quizás la habría si se hubiese detenido a mirar pero son las uñas de sus pies lo que la atormentan ahora. 

Tiene miedo

Al cabo de un tiempo aparecen las cicatrices, no le preocupan tanto, salvo cuando duelen. Duelen de la nada, en medio de la calidez del día o cuando simplemente las recuerda.

Ahí está nuevamente el tema de las manchas, más y más. Por todas partes, como un plátano que madura, son quemadura, son como cigarrillos apagados, el tabaco mojado, ese color, 

Podrían ser la diferencia entre la distancia de sus rodillas, o el largo de sus brazos, el tamaño de sus orejas, incluso podría ser el color de sus labios. Si algo sabía es que no importaría. 

Poco a poco se transformaba en una especie de criatura, mutante, desafiante de la hegemonía de los seres humanos. Las telas eran cada vez más anchas pero nunca lo suficiente. 

Mutaba, mutaba, crecía o se encogía, aunque sus huesos solo estuviesen cubiertos, afuera dónde choca el sol no era más que algo enrarecido.

La consistencia de su ser se inflitraba en la monotonía del resto, pero ella sabía que un día sucedería, todas las manchas la atraparían, la cubririan de tal manera que desaparecería. 

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