Espero lograr...


No existía, no se podía. El día era demasiado cálido como para seguir durmiendo, el calor invadía cada uno de mis poros, aún así mis ojos seguían cerrados.
Miré de reojo cada centímetro de la habitación; comprendí de pronto de cada rincón  me era totalmente desconocido: fotos, cortinas, objetos, muebles y un hombre. Me saluda  y yo no escucho, me habla y no puedo mirarlo; presa de mi propio cuerpo busco la forma de recordar. No recuerdo, no entiendo, nada se me hace familiar, el vacío se apodera de mi memoria, de mis emociones e incluso de mis propios movimientos.
Él habla dice, ser mi esposo, asegura que estoy embarazada, piensa que debo descansar y que debe partir a trabajar, yo no respondo.
Algo se mueve en mi vientre, corroboro que todas las afirmaciones de aquel extraño son ciertas, el espejo me lo confirma.
Camino deambulando  como un ser de otro mundo instalado sin razón en una galaxia desconocida, exploro el lugar que habito, cada pieza de un rompecabezas que aún para mi no tiene sentido.
Caigo, lloro, exploto. No recuerdo, pierdo conciencia, soy frágil.
El balcón espera mis pies descalzos, el horizonte me mira prometedor, entonces arremeto contra el vacío de una calle transitada, con tanto ruido que mi yo creo aminorará mi caída. Estoy volando, mi cuerpo ya no pesa, estoy volando. Mis pensamientos han muertos y aún así mi humanidad está flotando por los aires de alguna dimensión. Es ahí cuando el golpe se hace inminente: me veo sobre los ángeles del purgatorio, plumas de concreto azotan mis cienes y sin más ni más Atlas me deja caer.
Abro los ojos, estoy sobre la alfombra, es multicolor, me pongo de pie, están nuestras fotos. Nuestras? sí, el hombre y yo, detrás de un árbol, frente a grandes edificios, en playas al atardecer. Ropa que no parece ser usada, zapatos exóticos.
Vuelvo al infierno, se me abren las puertas de cobre ardiendo, rostros absurdos que miran mis harapos, algo nuevamente se mueve dentro de mi  vientre; recuerdo la realidad.
El armario hace juego con las cortinas del baño, hay muchos olores y flores frescas. El espejo muestra cabellos rizados, un cuerpo raído y flaco, ojeras y un abdomen abultado. Mojo mis manos y acaricio mi ombligo, una risa se escucha, lejana pero clara: son niños.
Ahora es el cielo, el coro de ángeles me muestra el Edén, mis ropas y mi alma no es admitida en este lugar, los chillidos parecen trinos y cada cadena de oro une las nubes amuralladas. Pierdo la cuenta de cuantos niños hay aquí, ellos ríen, nadie llora excepto yo.
La cocina parece dotada de tecnología, alimentos por doquier y yo un esqueleto, hambrienta, pero qué es el hambre?, llego a concluir que no sé que es eso.
En una de las habitaciones hay una cama, un espejo y nada más; éste es mi lugar, me siento cómoda pero hace frío. Siempre hay un pero.
Este ya no es el cielo ni el infierno, es solo luz, infinito y más luz. No veo con claridad, uso mis manos y palpo, trato de imaginar algo a mi alrededor para no sentir soledad, la enormidad del universo se hace visible. La vida termina donde empieza.
Él toma mi mano, el quirofano está bien iluminado, veo un par de ojos brillantes que me observan desde lo más alto de la sala, hablan en otro idioma o simplemente las voces son solo murmullos. Me rindo y caigo.
El día era demasiado frío como seguir durmiendo, la humedad calaba mis huesos, invadía cada uno de mis poros, aún así mis ojos seguían cerrados.
Brazos tibios y una amanecer de primavera. Perdí la noción del tiempo. Mi piel está arrugada, mis uñas amarillas, el espejo me muestra decrépita y acabada. Cuántos años han pasado?
Agosto del 2011 dice el calendario. No lo puedo creer, me levanto de un salto.
Corro por el jardín, él está de espaldas, lo abrazo, lo miro, lo beso. Es tarde, es solo una ilusión y al parecer a este lugar le llaman cementerio.


Reseña Biografica:

Tengo el tiempo exacto para vivir, 18 años. Estudio leyes, escribo desde que sé escribir.
No sé escribir reseñas biográficas.
Mi nombre es Meybol Aleyda, odio Meybol me gusta Aleyda.
De nacionalidad peruana, de sentimiento chilena.
Comprometida conmigo misma. Estudiante de Derecho.
Paso las horas entre poemas, y Squella me importa poco, busco siempre un lápiz y una hoja para escribir.
Vivo en las condes y cuando grande quiero ser astronauta.
Cierto! ya soy grande y aún no conozco las estrellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario