Veinte metros

Se suponía que todos los veranos debía mantenerme ocupada. Ya lo había aprendido casi todo excepto nadar.
No era miedo, era una mezcla de vergüenza ajena y pudor. Mí miré infinitas veces al espejo y acepté. Era la más pequeña sin duda, mí traje era horrendo y ya no me quedaban excusas para evitar el agua fría por las mañanas.

Se supone que en una piscina olímpica solo deben practicar quienes algo saben, yo no. No tengo noción de cómo o en qué momento sobrepase esos primeros veinte metros pero si recuerdo como se apagó la luz y las burbujas se alejaban lentamente de mí.

Cada tanto recuerdo ese episodio, lo recuerdo cuando ese dolor en el pecho y esa búsqueda aire ausente se apoderan de mis noches mientras boca arriba intento una vez más cerrar los ojos y no pensar.

Mucho tiempo tomé pastillas inofensivas para dormir, eran placebos efectivos hasta que cada vez necesité más y más. Luego un día la carencia de calorías me apagaban por completo y las dejé. Años después el alcohol fue mí somnífero y hoy por hoy supongo duermo por cansancio.

Sí, me asumo cansada, me asumo dolida y por sobre todo me asumo decepcionada y esas son hoy mí falta de sueño, mis pesadillas y mis temores.
Ahora ese ahogo me invade día y noche hace meses, mí llanto me ahoga, mí sueño me ahoga, mis visiones me ahogan y sé perfectamente que no quiero vivir mucho más tiempo luchando incansablemente por respirar.

Ha sido demasiado tiempo buscándole utilidad a cada idea que me surge, a cada emoción que me esfuerzo en sentir y más aún en cada sentimiento que vanamente he invertido creyendo que algunos son diferentes a otros. No, que lástima, porque había dejado esa piscina para ahogarlos a todos, dentro de unos 30 años mas, sin embargo, ya todo se han hundido bien al fondo y hace mucho. Aunque claro, siempre cabe uno más y un día sin más ni más ha caído el último, sin querer pero fue como un parpadeo después de un penoso despertar, vino sin que tome ninguna precaución y se lanzó sin más para reunirse con los caídos en está guerra agonizante en la que se convierte nuestra vida cuando ya no quedan metas viables por cumplir.


Has caído.
Y yo no tengo fuerzas ya para levantarnos.
Ni siquiera podría con esos amores que creí llevaría hasta la otra vida.
Has caído.
Y sin embargo soy yo quien ve las ligeras burbujas una vez más.




No hay comentarios:

Publicar un comentario