Miradas obsoletas

Te busqué en el mismo punto, donde yo quise dejarte, un espacio entre mi cama y mi pasado, entre el alcohol que me acompañó y el tabaco que maté.
Te dejé ahí, para esperarme, para que sintieras la lejanía de presencia, el voto mayor de mi ausencia, te dejé antes de que tú lo hicieras.
Decidiste marcharte antes de que tu olor me persiguiera, la verdad ya lo olvidé, o nunca lo guardé.
Un barco a la deriva, un mente carcomida... Cuantas veces leí la misma frase, un estado en el que nadie entendía que podían hacer o decir por ti. No me importaba a decir verdad.
Un montón de estrellas, a pesar de mi inconsciencia allí estaban, mientras te paseabas de la mano con tu nueva compañía voluntaria, por la cual no aceptarías compromiso, para no dejar la libertad.
Es que no conoces la diferencia, entre las canciones que yo escucho y me llevan a ti, con las que te mando como mensaje de advertencia. Llego otro a la carrera, al mismo ruedo.
Ese inevitable recorrido por tu piel, el que me hace caer, casi al perder la dignidad que asocio a mi orgullo, una locura momentánea que aún no contempla represalias ni consecuencias, una confusión de un tamaño razonable y por sobre todo que espero pueda durar solo lo necesario.
- el deseo echo material, eso, lo agradable, lo placentero, lo carnal...
A veces no entiendo nada, parece esto ser una especie de realidad superpuesta, pero no, porque te miro, cada día, con la misma mirada de hace tanto tiempo, y muero y vivo, y guardo silencio.
De pronto todos nos miraban, pero esas miradas ya no eran de sorpresa, porque presenciaban algo ya muy cierto, cotidiano hasta común, entonces todo dejó de encantarme, era obsoleto, vacío, sin razón.
Pero no podía dejar de pensarte.

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